Se cuenta que la Sibila de Cumas fue quien condujo a Eneas en su viaje a las profundidades del Infierno, cuando el príncipe troyano sobreviviente de la guerra y la destrucción de Troya llegó a Italia para establecer los cimientos de la civilización romana.

Antes de ser sacerdotisa, la Sibila de Cumas era una joven hermosísima de la cual se enamoró Apolo. Según cuenta el mexicano Carlos Montemayor (2003) en su artículo El anciano en la cultura clásica, “el dios Apolo en vano la requirió de amores hasta que le prometió concederle el deseo que ella pidiera; tendida en la playa, la doncella tomó un puñado de arena y le rogó vivir tantos años cuantos granos de arena le mostraba en la mano. Mil años cupieron en el puño de la virgen de Cumas. Emocionada por la promesa del dios, olvidó, sin embargo, pedirle a Apolo la juventud para los mil años de vida. Setecientos años después Eneas la encontró, según relata Ovidio, y confesó melancólica, dulcemente, que aún le faltaban vivir tres siglos más, que se tornaría cada vez más pequeña, tanto que nadie la reconocería, ni siquiera el dios que llegó a amarla, y que sólo por la voz sería escuchada, que la voz le dejarían los hados”.

Antro de la Sibila

ANÉCDOTA